Iglesias actuando frente a la violencia contra las mujeres

Prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres es un acto ineludible que todos los cristianos y cristianas debemos asumir como compromiso y testimonio de fe, en nuestra vida diaria, en nuestras familias, en nuestras comunidades y en nuestras iglesias.

Por Blanca Nomura – Directora ejecutiva de SEPEC

Nos acercamos a la fecha de conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre), instaurada en 1981 para promover una mayor conciencia sobre este problema que afecta a las mujeres de todas las edades y de todo el mundo. 

Hace algunas décadas en nuestras sociedades, la violencia se trataba antes como un asunto privado, se mantenía en reserva y nadie podía intervenir en las “situaciones de pareja”. Se entendía que la mujer era propiedad del hombre (padre, hermano mayor, esposo, etc.) y que éste podía hacer con ella lo que quería.

Ante esta situación, diversos organismos de derechos humanos y gobiernos de diferentes países pusieron en discusión esa mirada sobre las mujeres y la violencia ejercida contra ellas. Se planteó que no se trataban de casos aislados sino de un problema social y público, que constituía una violación de los derechos de las mujeres. Esto conllevó a generar instrumentos internacionales y nacionales para la prevención, atención y sanción de la violencia contra las mujeres.

La Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer define la violencia contra la mujer como: “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado” (Convención de Belem do Pará, Art. 1-1994).

Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) una de cada tres (30%) mujeres en el mundo han sufrido algún tipo de violencia física y/o sexual en algún momento de su vida (Marzo, 2021).  La mayor parte de las veces el agresor es la pareja. En todo el mundo, casi un tercio (27%) de las mujeres de 15 a 49 años que han estado en una relación informan haber sufrido algún tipo de violencia física y /o sexual por su pareja.

La violencia afecta negativamente en la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres y, en algunos entornos, puede incluso aumentar el riesgo de contraer el VIH. Toda esta situación de violencia afecta las posibilidades de desarrollo de las mujeres y el ejercicio pleno de sus derechos.

En el Perú, la Ley N° 30364 (2015) Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar se aprobó con el fin de prevenir, erradicar y sancionar toda forma de violencia contra las mujeres por su condición de tales, y contra los integrantes del grupo familiar, producida en el ámbito público o privado.

Para las y los cristianos la violencia en general ha sido condenada en diversos escritos de la biblia, uno de ellos en los Salmos (140:11) “Señor, líbrame de los malvados; ¡protégeme de los violentos! “  Demás está recordar que el segundo mandamiento de la fe cristiana señalado en el Nuevo Testamento dice: “El segundo mandamiento es amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39).  No se puede amar a Dios y ser violento con el prójimo. Este es el marco en el que nos toca actuar como cristianos. Ser violento podría ser también ser cómplices, más aún si asumimos un rol pasivo frente a situaciones de violencia que conocemos en nuestras comunidades, en nuestros entornos cercanos. 

Po tanto, podemos y debemos actuar desde las iglesias para afrontar toda forma de violencia que sea ejercida contra las mujeres. En tal sentido, la Iglesia Luterana Mundial elaboró algunas recomendaciones y medidas que se pueden tomar desde las iglesias en el documento “Las Iglesias dicen NO a la Violencia contra la Mujer, 2002”.  Entre algunas de esas medidas están:

  • Manifestar en declaraciones públicas que todas las formas de violencia son pecado, porque hacen caso omiso de la imagen de Dios tanto en el autor como en la víctima y que ello nunca debería tolerarse ni excusarse. 
  • Informar a las congregaciones sobre la realidad de las diversas formas de violencia contra la mujer en la iglesia y en la sociedad, propias del respectivo contexto. 
  • Crear grupos de vigilancia en las congregaciones que indaguen sobre las denuncias de violencia en sus comunidades. 
  • Incluir la cuestión de la violencia contra la mujer en sermones y programas de catequesis y teología.
  • Hacer de la iglesia un lugar seguro donde las víctimas de la violencia puedan dirigirse en busca de seguridad, apoyo y curación.
  • Ofrecer posibilidades de curación tanto a las víctimas como a los autores de violencia y asegurar acciones de apoyo y colaboración por parte de los organismos reguladores locales.

Desde el Servicio Ecuménico de Pastoral y Estudios de la Comunicación (SEPEC) venimos aportando al trabajo desde las iglesias, concientizando en torno a la violencia contra la mujer e impulsando iniciativas de formación de nuevos liderazgos juveniles. Es así que en el marco del proyecto “Tejiendo redes con jóvenes líderes de la iglesia para prevenir la violencia” con el apoyo de Pan para el Mundo se viene impulsando la Red de Jóvenes Unidos por la Paz, donde uno de los ejes claves es la prevención de la violencia de género.

Prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres es un acto ineludible que todos los cristianos y cristianas debemos asumir como compromiso y testimonio de fe, en nuestra vida diaria, en nuestras familias, en nuestras comunidades y en nuestras iglesias.