Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería. (Evangelio de Lucas 17:5 Y 6)
Por Irene Ponce Hilario – Pastora de la Iglesia Luterana del Perú
FE es una palabra con solo dos letras, pero con una fuerza que pudo cambiar las vidas de tantas personas en nuestro país y en el mundo; sobre todo en estos tres años tan difíciles que nos tocó vivir por la COVID-19.
Vivir la fe desde lo cotidiano en estos tiempos fortaleció a muchas familias para transitar todo este tiempo de incertidumbre y dolor. Las muestras de solidaridad a través de las oraciones, frente al dolor de muchas personas quienes perdían, uno o más seres queridos fue muy frecuente y permitió sentir la fuerza de un pueblo que se sostenía en la fe para llevar palabras de consuelo y esperanza al que lo necesitara.
Por otro lado, hubo también personas, quienes, agobiadas por tantos problemas, por la enfermedad y la muerte de seres queridos pensaron que habían perdido la fe. Tal vez hoy en día, muchas personas aún piensan que se les acabó la fe.
Sin embargo, la fe no puede acabarse, está allí, porque es un regalo de Dios y se nos ofrece cada día para aferrarnos a ella y para hacerla crecer como el grano de mostaza que es una semilla tan pequeñita pero cuando crece, se convierte en un gran arbusto para dar cobijo a las aves y para dar sombra a quienes buscan descanso.
La fe es lo central del Evangelio que nos toca reflexionar hoy, en este contexto de tanta incertidumbre y con tantas contradicciones surgidas por la corrupción en algunos estamentos del Estado. La fe no se permite agachar la cabeza, ni se resigna, sino más bien, frente a la frustración en la que cae nuestras vidas, ella nos alienta y la transforma.
La imagen de los apóstoles pidiendo al Señor aumentar su fe, podría ser nuestra propia imagen pidiendo lo mismo. Quizás ellos creen que su fe es poca y necesitan aumentarla, pero no se trata de cantidad sino de calidad.
Jesús contesta a este pedido con un ejemplo extremo, comparando la fe de los apóstoles a una semilla de mostaza que es tan pequeña en contraposición con el sicomoro que es un árbol muy grande y con ello está tratando de crearles conciencia de que la fe no es algo que tienen que agregar todos los días. No es que la fe por grande que sea va a hacer cosas extraordinarias. Del tamaño que sea, el hará lo extraordinario.
Ello implica que el testimonio de nuestra fe debe mostrar la presencia de Dios en nuestras vidas en los espacios donde nos toca servir. La fe que hace posible anunciar la palabra con gran convicción a quienes esperan en la soledad de sus vidas, palabras de aliento, compañía para escuchar, atención, trato digno y justo.
Ahora sabemos que la fe es un regalo de Dios, que se nos ofrece cada día y no importa si tomamos apenas un poquito de esa fe en nuestros corazones. Tengamos la certeza de que su grandeza podrá transformar todo aquello que necesitemos.